Quizás nunca te hayas parado a pensarlo, pero ¿los números existen o son una invención humana?
Hace más de 300.000 años, parece que ya Neandertales y Homo Sapiens primitivos tuvieron la pulsión de contar. Mucho antes de inventar una numeración, la necesidad era palpable y, lo más importante, la capacidad de abstracción imprescindible para realizar el ejercicio también estaba disponible en las habilidades innatas de los homínidos. Parece pues que la Naturaleza dotó al hombre del instrumento intelectual necesario para llevar a cabo la ordenación del mundo con números.
Fueron los avances de la civilización los que convirtieron a los números en básicos para prosperar. O quizás gracias a los números el hombre pudo fundar el progreso. En el Paleolítico la numeración era muy rudimentaria, probablemente se limitaba a las posibilidades que el propio cuerpo ofrecía (por ejemplo, los dedos de la mano). Sin embargo, con la invención de la agricultura y el auge del comercio las necesidades de contabilizar se hicieron apremiantes. Una de las novedades con mayores implicaciones que tuvo la llegada de la agricultura fue la gestión de excedentes que, al igual que el intercambio de mercancías, exigía un registro contable exhaustivo.
Parece claro que para el hombre los números son otra herramienta más de las muchas que ha creado en su evolución. Sin embargo, resulta fascinante descubrir que mucho antes de la llegada de los mamíferos, incluso de los anfibios, mucho antes quizás de que la vida, en sus más primitivas formas, existiera sobre la Tierra, la Naturaleza ya llevaba implícita de la existencia de los números.
Todos los elementos químicos que existen (o, mejor dicho, conocidos por el hombre) y que se recogen en la tabla periódica que hemos estudiado en el colegio están ordenados siguiendo una numeración: la cantidad de protones que se encuentran en su núcleo. No hay dos elementos que tengan el mismo número de protones. Es como si la Naturaleza le hubiera asignado un número en exclusiva a cada uno de los elementos existentes. Y lo que es más llamativo, no hay ninguna vacante. Todos los números tiene su elemento asignado, no hay lagunas, ni saltos. Todos ordenados, del 1 al 118. Sin huecos y sin repeticiones. No deja de maravillar que incluso en niveles subatómicos, en escalas que son inaccesibles para nuestros ojos y con antigüedad de millones de años, los números ya tuvieran una función tan singular en la creación del Universo.
Es irrebatible que las matemáticas están infiltradas en la Naturaleza. Iremos descubriendo más lugares desde donde nos saludan humildemente.