Seguro que has oído hablar de la cara oculta de la Luna. Como miles de cosas que nos rodean, no le prestamos la suficiente atención y se nos escapan anécdotas y circunstancias muy interesantes que parecen cosas de magia. Como siempre, las matemáticas están detrás.
Resulta que la Luna que vemos cada noche rota sobre sí misma a la vez que se desplaza alrededor de la Tierra. El tiempo que tarda en dar una vuelta sobre su eje es el mismo que tarda en rodearnos a nosotros. La Luna ha sincronizado ambos movimientos para que precisen exactamente el mismo tiempo en completarse ¿Por qué esta “casualidad numérica”? Dicho de otra manera, la Luna lleva una velocidad determinada tal que su aparición en el firmamento siempre nos proporciona la visión de la misma cara del satélite. Esto que parece una casualidad imposible de conseguir por obra del azar en realidad es un efecto causado por la Tierra y que se denomina gradiente gravitatorio. Muchos de los satélites del sistema solar presentan esta característica.
Es curioso que un fenómeno que parece tan mágico y difícil de conseguir en realidad se pueda resolver con una sencilla fórmula matemática (e=v٠t – espacio = velocidad por tiempo). Muy fácilmente podemos calcular la velocidad exacta que debe llevar la Luna en cada uno de sus movimientos para que ambos se completen a la vez. Date cuenta de que esa propiedad no se cumple con la Tierra respecto al Sol, puesto que nuestro planeta necesita un día para girar sobre sí mismo, pero todo un año para completar el movimiento de traslación. Por eso desde el astro rey, se puede contemplar cada palmo de la Tierra y ninguna cara permanece oculta.
Estas velocidades halladas de manera tan sencilla son las que consiguen que nuestro romántico satélite sea capaz de moverse a un ritmo que le permite escondernos siempre una cara de su superficie ¿Por qué esa exactitud?
A lo mejor te gustará saber que este hemisferio que la Luna nos escamotea con perfección matemática fue inaccesible para los humanos hasta que una sonda automática, enviada por la Unión Soviética, la fotografió en 1959. Además, aunque nos parezca que el lado oculto está siempre oscuro, en realidad toda la superficie lunar recibe la luz solar en algún momento del día.